cierro mis ojos
intento perderme en la oscuridad que allí prevalece
esa quietud absoluta y benévola
que me hace desvariar entre silencios.
Esos lánguidos y fríos silencios
que me acompañan desde que no estás.
Sólo quisiera cerrar mis ojos
para no tener que verte siquiera en mis más bajos anhelos
estoy cansada
demasiado agotada para tratar de hallarte
estas noches frías en las que me devaneo
desde que obligaste a tu ausencia a ser mi único compañero
dónde mi piel ya no destila tu olor
y mi cabeza ya no se
golpea como las olas que encallan en el muelle de tus recuerdos
perdiéndome en ese recóndito
espacio en el que mi voz se ha cansado de clamar tu nombre tantas alboradas.
Descubriendo penosamente que el sueño ya no es ese refugio
absurdo donde te encontraba seguido,
malgastando el rastro de lo que una vez tanto quise
permito que el extenuación me lleve consigo para no hallarte
nuevamente,
accedo mansamente que
la tristeza me invada los huesos y que tiña hasta el último mis pensamientos.
Dispuesta a no tenerte nunca más
cierro las páginas agotadas de mis ojos
en el crepúsculo del amanecer que no llegará.
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